jueves, 29 de enero de 2009

Astillero. Julio Hernández López

Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
■ De camorras y corderos
■ PRD: ¿nuevo cochinero?
Jesús Ortega (JO) ha buscado más de cinco veces entrevistarse con Andrés Manuel López Obrador. La respuesta ha sido no. El presidente del comité nacional perredista, sin embargo, ha decidido dar muestras de recompostura con el movimiento lopezobradorista, que semanas atrás era desdeñado (voces del chuchismo hubo que se mostraban impacientes porque el tabasqueño “aún” no dejaba el sol azteca). En ese contexto engañoso de presunta reunificación acelerada se ha dado el regreso “activo” del orteguismo al seno del Frente Amplio Progresista, el reconocimiento de que esta agrupación debe tener oficinas proporcionadas por el PRD, la aceptación de que AMLO es el líder de un abanico tan amplio que no puede hacer campaña exclusivamente con los candidatos de color negro y amarillo y, ayer, las declaraciones de JO en el sentido de que no habrá más “problema” con López Obrador y que en el PRD terminaron “los pleitos y los conflictos camorristas”, de tal manera que en el futuro inmediato los ciudadanos verán un partido serio, maduro, propositivo y bien portado.
Las reconsideraciones de Ortega pueden provenir de la medición del daño electoral que pueden sufrir tanto el paquete chuchista de candidatos a puestos de elección popular, como el PRD en su conjunto, si persiste la confrontación entre la coalición PT-Convergencia-AMLO y el partido del sol azteca dominado por Nueva Izquierda. Más si se toma en cuenta que en lugares como Guerrero se produjo una especie de sublevación cuando la directiva local perredista, contra la línea dictada por el comité nacional, envió una solicitud por escrito a López Obrador para formar alianzas de facto que eviten el síndrome de Acapulco (cuando, divididos, PRD y PT-Convergencia abrieron el paso al triunfo del PRI).
Sin embargo, la bandera blanca esgrimida por Ortega podría ser dolosa si continúa el proceso de elección “democrática” de candidatos en demarcaciones donde el PRD tiene fuerza, pero ésta será casi inevitablemente dividida, y mediáticamente expuesta a nuevos desgastes como los sucedidos luego del “cochinero” entre Ortega y Alejandro Encinas. La hegemonía perredista del DF está en riesgo si, para sacar adelante a sus favoritos, son puestos en juego los recursos públicos y privados, oscuros o solamente turbios, de los delegados, el gobierno central capitalino y los promotores subterráneos de la división perredista (no solamente Los Pinos). Un nuevo episodio de suciedad electoral interna, debidamente difundida en medios masivos, daría aire y argumentos al panismo. Lo mismo sucedería en el estado de México, donde Peña Nieto está listo para aceitar las candidaturas “perredistas” aliadas. Y en Zacatecas el choque entre la corriente monrealista y el PRD amalista sería también causa de desunión. Ortega, ciertamente, busca negociar, lo que hasta ahora no ha podido hacer con AMLO. Pero también pudiera ser que la apariencia de cordero recon- ciliador sea una forma de fijar postura para que el probable cochinero de las programadas elecciones internas en el estado de México y el DF le sea adjudicado a los adversarios: ¡Al lobo, al lobo!, mientras el PRD se divide en zonas estratégicas y el PRI y Los Pinos se dan por bien servidos.

Red Nacional de Lucha Contra las Alzas

Andrés Manuel López Obrador encabezó la movilización del Frente Amplio Progresista en el Zócalo capitalino, donde señaló que la crisis económica empeorará las condiciones de la mayoría de los mexicanos. Anunció una nueva etapa de resistencia civil, ya que, aseguró, ‘‘el cambio no vendrá de la clase política en el gobierno, la cual está empecinada en el lucro, el discurso de la mentira y el desdén’’ Foto Marco Peláez

MonoSapiens. Hernández y Helguera

Serpientes y Escaleras. El Universal

24 de enero de 2009
Calderón y el PAN: turbulencia en puerta
La definición de las candidaturas a diputados para las elecciones de julio próximo ha reactivado la oposición interna contra el Presidente y su grupo
La relación entre Felipe Calderón y su partido se vuelve tensa. Mientras en Los Pinos se quejan de que los panistas, lejos de apoyar y arropar al Presidente, “le complican las cosas”, en el PAN, o al menos en un sector de ese partido, tachan de “autoritarios y antidemocráticos” al Ejecutivo y a sus hombres que dirigen al PAN, y arman una rebelión interna contra el calderonismo.
La definición de las candidaturas a diputados ha reactivado la oposición interna contra Calderón y su grupo, y ha hecho que figuras como Manuel Espino, Santiago Creel, Javier Corral y varios dirigentes locales y nacionales inicien un movimiento de inconformidad que amenaza con fracturar al panismo, en vísperas de una elección ya de suyo complicada para el partido gobernante.
La mala operación de Germán Martínez con los grupos internos y la decisión vertical de reservar para el CEN la nominación de 60% de las candidaturas a diputados que se elegirán en julio próximo activaron a los grupos contrarios al calderonismo, que se habían mantenido agazapados desde que el grupo del Presidente tomó el control del partido, pero que hoy se organizan de nuevo para pelear espacios e impedir que quienes dominan al PAN se queden con la mayoría de los espacios en San Lázaro.
El pleito se ha recrudecido por una razón lógica: la dirigencia nacional se reservó 194 distritos de los 300 de mayoría donde se elegirán candidatos.
Las encuestas más optimistas para el blanquiazul indican que si logra ganar en 90 o 100 distritos, le irá bien. Es decir, que los grupos inconformes saben que es muy seguro que desde el CEN se apropien de las nominaciones en aquellos distritos donde el PAN tiene mayores posibilidades de ganar, y aseguren así la preeminencia de la corriente calderonista en la próxima bancada de Acción Nacional en la Cámara de Diputados.
Y aunque en la disputa los panistas inconformes esgrimen e invocan los “principios históricos y democráticos” de su partido, y se rasgan las vestiduras por las ofensas a Gómez Morín y demás fundadores del PAN, el asunto es en realidad mucho más pragmático: el muy previsible retroceso que sufrirá el panismo en el número de curules que obtendrá en los comicios intermedios hace que los espacios de poder se reduzcan y los distintos grupos se nieguen a que una sola facción, así sea la del Presidente, se quede con la mayor parte del achicado pastel.
A la pugna con sus adversarios internos hay que agregarle las “diferencias” y roces que se han dado en el primer círculo de Calderón. El grupo compacto que antes formaron Calderón, Germán Martínez y César Nava se vio afectado por la forma ríspida en que éste último salió de Los Pinos. Cuando Nava dejó la Secretaría Particular no lo hizo en los mejores términos y hubo un desgaste en la cercana relación entre el Presidente y quien fuera por dos años responsable de su antesala.
Hay varias versiones sobre lo que motivó el roce entre Calderón y Nava; una dice que tuvo que ver con graves errores de logística en el acto de despedida a Juan Camilo Mouriño en Campo Marte. Pero lo que es un hecho es que hubo al menos una fisura en lo que era la primera línea del grupo calderonista.
Así que entre los rebeldes que lo acusan de repetir el dedazo de la era priísta, ahora en versión azulada, y las diferencias con su grupo más cercano, a Calderón se le está complicando la relación con su partido, justo en momentos en que la elección intermedia, que suele ser tomada como “referéndum” a la mitad del gobierno, se ve venir como un fuerte revés para el Presidente y su partido.